-Abuela, ¿por qué se dice “tienes más cuento que Calleja”?
-Porque Calleja era el apellido de un hombre que, hace muchos años, publicó muchísimos cuentos.
Por esto a los que escriben muchos cuentos se les suele decir que tienen más cuento que Calleja.
-Pero si yo no he escrito ningún cuento ¿por qué la “señorita” me dijo que tenía más cuento que ese señor que se llamaba Calleja?
-Mira. Ese señor, que se llamaba Saturnino y se apellidaba Calleja, publicó y ayudó a publicar miles de cuentos llenos de imaginación y fantasía. De ahí viene también que, cuando una persona o un niño dice o cuenta cosas con mucha imaginación y fantasía, se le suele decir que tiene más cuento que Calleja. Que es lo mismo que decir “tienes más imaginación que Calleja”, “te inventas más cosas que Calleja” o “tienes más fantasía que Calleja”.
Porque tú sabes muy bien que los cuentos que tú me cuentas y a ti te cuenta la abuela son de mucha imaginación y fantasía.
Porque tú sabes muy bien que los cuentos que tú me cuentas y a ti te cuenta la abuela son de mucha imaginación y fantasía.
-Entonces, los cuentos que tú me cuentas que comienzan por eso y otros que tu escribiste cuando eras pequeña, ¿son como los cuentos de ese señor llamado Saturnino Calleja?
-Pues sí. Aunque no son tan importantes como los cuentos de Calleja.
-Bueno, pero son tantos los cuentos que me cuentas y están llenos de tanta imaginación y fantasía que para mí valen más que los de ese señor llamado Calleja.
Y, ahora, cuéntame otro cuento, inventado por tí y que comience por eso.
Que para mí serán siempre los cuentos de la abuela
Que para mí serán siempre los cuentos de la abuela
Había una vez, hace muchísimos años, comenzó la abuela el cuento, un país muy frío, muy frío.
Era tan frío que solamente podían vivir muñecos de nieve.
Los carniceros, los panaderos, los conductores, los fruteros y los que recogían la basura y repartían las cartas eran muñecos de nieve. Era tan frío que solamente podían vivir muñecos de nieve.
Los abuelos, las abuelas, los padres, las madres, los niños y las niñas eran también muñecos de nieve.
El que más mandaba en ese país, era también un muñeco de nieve. El sol nunca aparecía.
El que más mandaba en ese país, era también un muñeco de nieve. El sol nunca aparecía.
Sus rayos permanecían ocultos entre las nubes.
Eran muy peligrosos, para los muñecos de nieve, porque les haría desaparecer.
Todo el país había hecho un pacto con las nubes.Eran muy peligrosos, para los muñecos de nieve, porque les haría desaparecer.
Éstas, seguirían siempre el movimiento del sol, para que estuviera continuamente tapado.
En el país de los muñecos de nieve, nadie conocía el sol, ni la sombra, ni las flores, ni los colores.
Sus casas, sus calles, sus campos y todo su paisaje era blanco y los habitantes también vestían de blanco.
No existía la primavera, ni el verano, ni el otoño.
En el país de la muñecos siempre era invierno.
Pero todos eran felices.
Los niños jugaban y se entretenían en medio del campo blanco y los mayores paseaban y disfrutaban alegres, mirando cómo se divertían haciendo bolas de nieve.
Un día un grupo de pequeños muñecos, cansados de estar viendo siempre lo mismo, quisieron salir del país a ver lo que había en otros países.
Les habían contado que, no muy lejos de allí, había un país en el que todo era diferente.
Animados por la curiosidad de lo que habían oído, decidieron ver lo que había más allá.
Animados por la curiosidad de lo que habían oído, decidieron ver lo que había más allá.
Caminaron toda la noche y al amanecer llegaron al país vecino.
Cuando comenzó a salir el sol, la luz resplandeció y los muñecos de nieve quedaron admirados de tanta belleza.
Cuando comenzó a salir el sol, la luz resplandeció y los muñecos de nieve quedaron admirados de tanta belleza.
Los tres muñecos se habían asomado a un país distinto.
El sol, resplandeciente, salía cada día y las nubes no le tapaban.
Los tejados de las casas eran de teja roja y por el valle, rodeado de montañas, corría un río que nunca se helaba.
Las montañas estaban cubiertas de árboles verdes y el campo estaba todo lleno de colores.
El sol, resplandeciente, salía cada día y las nubes no le tapaban.
Los tejados de las casas eran de teja roja y por el valle, rodeado de montañas, corría un río que nunca se helaba.
Las montañas estaban cubiertas de árboles verdes y el campo estaba todo lleno de colores.
Los pájaros revoloteaban y el arco iris lucía sus bellos colores entre nubes y gotas de agua.
Entretenidos con la belleza que estaban viendo, los tres muñecos, no se daba cuenta que ya llevaban un rato muy largo y los rayos del sol calentaban cada vez más.
Entretenidos con la belleza que estaban viendo, los tres muñecos, no se daba cuenta que ya llevaban un rato muy largo y los rayos del sol calentaban cada vez más.
Uno de los muñecos de nieve, comenzó a sentir un gran sudor en su cuerpo.
Por su frente escurrían pequeñas gotas y sus piernas habían hecho un charco de agua.
-¡Mirad! Estamos derritiéndonos y al sol no le tapa ninguna nube. Por su frente escurrían pequeñas gotas y sus piernas habían hecho un charco de agua.
-¿Qué hacemos?, preguntó el más pequeño de los muñecos.
-¡Salgamos! No podemos seguir aquí.
Durante mucho tiempo corrieron por el país de los colores.
Estaban ya cansados y decidieron parar un poco, pero su cuerpo se derretía cada vez más.
Estaban ya cansados y decidieron parar un poco, pero su cuerpo se derretía cada vez más.
No podían descansar.
-Nuestro país es el mejor. Aquí podemos vivir tranquilos sin que nos derrita el sol.
Nunca saldremos de aquí.
Los tres amigos se dieron un fuerte abrazo mientras gritaban llenos de alegría:
¡Nunca saldremos de aquí! !Nunca saldremos de aquí!
De nuevo caminaron hasta que, a lo lejos, vieron el color blanco de la nieve.
El peligro había terminado.
Por fin estaban de nuevo en su país.
El frío volvió a cubrir las heridas del deshielo y pronto su cuerpo volvió a tener la misma forma de antes.
Por fin estaban de nuevo en su país.
El frío volvió a cubrir las heridas del deshielo y pronto su cuerpo volvió a tener la misma forma de antes.
A la mañana siguiente los tres muñecos volvieron a verse y, juntos, se dijeron unos a otros.
-Nuestro país es el mejor. Aquí podemos vivir tranquilos sin que nos derrita el sol.
Nunca saldremos de aquí.
Los tres amigos se dieron un fuerte abrazo mientras gritaban llenos de alegría:
¡Nunca saldremos de aquí! !Nunca saldremos de aquí!
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.