domingo, 23 de diciembre de 2007

CUENTO 10: LA DUDA DE TOÑO "EN NAVIDAD"

PRESENTACIÓN

- Abuela, cuando eras pequeña, ¿se escribían cartas a los Reyes Magos?

- Se escribían cartas como ahora.

- Y, ¿qué les decíais?

- Les pedíamos cosas.

- Y, ¿qué cosas pedías tú cuando eras pequeña?

- Cuando era pequeña, como tú ahora, yo les pedía una goma, un lapicero un cuaderno, un saca puntas, un cuento y, a veces, al Rey Melchor que me gustaba mucho por su barba, le pedía una muñeca.

- Como, ¿la “Barbi” de ahora?

- No.
La muñeca que yo pedía era pequeñita, pero muy guapa.

- Y, ¿te traían alguna cosa que no habías pedido?

No recuerdo ahora, pero... ¿Por qué preguntas esto?

- Porque a mí, siempre me traen algo que no pido.

- ¿Qué cosas te traen que no pides?

- Nunca pido ropa, pero ellos... yo no sé por qué pero siempre me la traen.
Y mi madre, cuando abro el paquete de la ropa, siempre dice lo mismo: ¡Qué listos los Reyes Magos! ¡Cómo se acuerdan de la ropa que necesitas!

- Mira, ¡qué bien!

- No, abuela.
Si en la carta yo no digo nada... Que no gasten dinero en ropa. Ya me la comprarán mis padres.

- Tienes razón. Pero nosotros no podemos hacer nada.
Los regalos de los Reyes Magos, siempre se ha dicho, de los Reyes Magos son.
Y ahora te voy a contar un cuento que te va a gustar un montón.

- No será de los Reyes Magos, el cuento que me vas a contar.

- Es un poco de los Reyes Magos y otro poco de Papá Noel.
El protagonista del cuento, tiene una duda muy grande del mismo Papá Noel y no te puedo decir ahora cómo lo va a resolver.

- Cuéntamelo como sea, que yo también quiero saber, quién es el protagonista y qué pasa con “Papá Noel


Había una vez, comenzó la abuela el cuento, un niño llamado Toño que vivía en un de pueblo Madrid.
Su nombre verdadero era Antonio pero familiarmente le llamaban Toño o Toñito.
Vivía en un piso normal y le gustaba mucho adornar su habitación con fotos de futbolistas y dibujos del colegio.
Un día a Toño le habían preguntado qué estación del año le gustaba más.
A Toño le gustaban todas.
Le gustaba el Verano, por las vacaciones, el buen tiempo y la piscina.
La Primavera, porque era muy bonito ver el campo lleno de flores y se divertía mucho cuando, en esta época, salía con sus padres a la Dehesa de su pueblo
El Otoño también le gustaba, porque recogían hojas de los árboles para decorar el árbol del colegio.
Pero sobre todo le gustaba el Invierno.
En invierno se celebraban las vacaciones de Navidad.
Era cuando se ponía el Belén y... venían los Reyes Magos.
En el calendario del colegio ya habían quitado el mes de Noviembre y Toño se dio cuenta que estaban muy próximas las fiestas de Navidad.
En su casa ya se hablaba del belén de todos los años,
del lugar que ocuparía,
de la arena para los caminos,
de la harina para la nieve,
del portal de madera y paja por dentro,
del césped de hierba que tendrían que cortar y...
de las ramas sueltas que simularían árboles para adornar el campo.

Las figuras serían las mismas.
El portal con el niño, la Virgen y San José.
Un pesebre con el buey y la mula.
Unos pastorcitos caminando hacia el portal.
Un horno con la castañera al lado.
Un pequeño riachuelo que nacía entre dos montañas y unas piedras grandes que su padre había cogido de la cantera del pueblo.
Para Toño la ilusión del mes de diciembre eran los preparativos.
Cada día, cuando llegaba del colegio, miraba las puertas del armario donde se guardaban las figuras.
Preguntaba a su madre, cuándo iban a bajar las figuras del belén.
Esperaba un rato la respuesta y... al día siguiente, volvía a hacer la misma pregunta.
En el colegio había comentado con sus amigos que, este año, tenía dos figuras nuevas.
Una cigüeña y un perro.
La cigüeña, la pondría junto al río.
- Y, ¿el perro?, ¿dónde colocarás el perro?, le había preguntado su amigo David.
- No lo sé pero creo que le pondré al lado de un pastor que está muy solo.
Así vivía Toño los preparativos...

Pero su gran ilusión era cuando su padre sacaba de la caja grande los tres Reyes Magos con sus camellos

Con cariño, les cogía entre sus brazos, les acariciaba con sus manos y pasaba suavemente sus dedos por las jorobas de los camellos.
Melchor y Gaspar le gustaban mucho pero Baltasar era su amigo preferido.
Todos los años comentaba con su madre, dónde quería que colocara los tres Reyes Magos.
Este año no iba a ser diferente.
- Mamá, dijo Toño, cuando vio que iba a ponerlos en el belén.
No les pongas tan lejos del portal.
- ¿Por qué?, preguntó su madre extrañada.
- Porque si les pones lejos tardarán mucho en llegar y yo quiero que lleguen pronto los Reyes Magos.
- ¡Claro!. Tienes razón, dijo su madre mientras acariciaba su cara.
La ingenuidad de sus palabras la habían llenado de emoción.

Una semana antes de vacaciones, el Belén de Toño estaba totalmente terminado.
El padre había añadido un pequeño lago de agua natural rodeado de hierba.
La madre había cubierto el portal del Belén con una tela azul y unas estrellitas y Toño había colocado la cigüeña y el perro.
Todo había quedado muy bonito.

En el colegio se lo contó a sus amigos.
A Marcos y a Álvaro les pareció muy bien, pero en su casa no ponían el Belén.
A Adolfo y a Alex también les había parecido muy bien pero en su casa ponían un abeto muy grande y debajo sólo el portal de Belén
- En mi casa también ponemos los tres reyes magos, dijo Toño después de un pequeño silencio.
Todos los años les escribo una carta y me traen lo que les pido.
Por la noche, dejo un poco de agua para los camellos y turrón para los Reyes.
También dejo los zapatos muy limpios y la ventana un poco abierta.
Los tres Reyes Magos me gustan mucho pero Baltasar... yo creo que es el que me deja los regalos.
- Pues a mí, dijo Alex, los regalos me los deja también Papá Noel.
Por la noche, dejamos unos calcetines rojos muy grandes, abrimos un poco la ventana y...
- Papá Noel no entra por la ventana, dijo Toño muy seguro.
En mi casa no viene nunca Papa Noel.
- Y, ¿por qué? dijo Álvaro

- Porque no tenemos chimenea.
- Pues en mi casa, dijo Marcos, me dejan regalos los dos: Papá Noel y los Reyes Magos.
- Y, ¿tienes chimenea?, dijo Toño
- No tengo chimenea. Pero todos los años me deja algún regalo.
La respuesta de Marcos y Alex era clara. Por esto, Toño, guardó silencio. No sabía que responder.
En su casa, nunca se había hablado de Papá Noel y el motivo había sido siempre la “Chimenea”.
Su casa no tenía Chimenea.

Papá Noel, pensaba Toño, es un hombre muy gordo con un saco muy grande en la mano.
En los dibujos y las películas siempre le había visto entrar por las chimeneas, pero la casa de Marcos y de Alex no tenía chimenea.
¿Por dónde podía entrar Papá Noel?
Queriendo buscar soluciones, recordó que en su casa había una chimenea en el tejado, pero no podía ser. Era un tubo redondo que llamaban chimenea y Papá Noel era muy gordo y no podía entrar.
Con esta duda pasó toda la mañana.
Su única pregunta era la de siempre: “cómo Marcos y Alex podían recibir regalos de Papá Noel sin tener Chimenea”.
Pensando y pensando llegó a una solución.
Escribiré a Papá Noel como escribo a los Reyes Magos.
Cuando llegó a casa escribió una carta a Papá Noel.

Querido Papá Noel:
Soy Toño el de la calle de abajo.
Nunca te he escrito porque me habían dicho que solo atiendes las cartas de los que tienen chimenea. Yo no tengo chimenea pero hoy he hablado con Marcos y Alex y me han dicho que no necesitas chimenea para dejar regalos.
¿Es verdad Papá Noel?
Yo por ser la primera vez que te escribo, no te pido nada.
Tráeme el juguete que tú quieras. Sólo quiero saber que es verdad que sin tener chimenea traes regalos.
Te dejaré abierta, un poco, la ventana de mi dormitorio pero también puedes entrar por la terraza de la cocina.
Así lo hacen los Reyes Magos.
No sé si conoces a mi amigo Baltasar el que tiene la piel negra y viste con una tela muy gorda en la cabeza.
Es mi amigo. El que nunca me falla.
Si le conoces salúdale de mi parte.
Dile que soy Toño el de los zapatos con borreguillo por dentro.
¡Querido Papá Noel! Ya me despido.
Esta noche te estaré esperando si no me he dormido antes.
Un abrazo de tu amigo.
Toño


Esa noche, aunque nervioso, se durmió muy pronto.
En sueños oyó ruidos por la terraza, pasos por su habitación y el cuchicheo de personas que abrían y cerraban ventanas. Pero no se despertó. Su sueño era muy profundo.
A la mañana siguiente cuando abrió los ojos, se acordó de su amigo Papá Noel.
Rápidamente se levantó y miró la ventana de su habitación.
Estaba un poco abierta pero no había ningún regalo.
Corrió a la terraza de la cocina y quedó parado.
A distancia vio un paquete grande, pero sus ojos no se atrevían a reconocerlo.
¡No puede ser!, pensó.
Pero lo que veía era verdad.

Ahora, siguió pensando, tendré que dar la razón a Marcos y a Alex: ”Papá Noel no necesita chimenea para dejar regalos”
La presencia de su madre le hizo sonreír.
- Mamá, ¡mira! ¡mira!, dijo señalando con el dedo el paquete
Papá Noel no necesita chimenea para traer regalos. ¿No es verdad?
La madre no supo qué contestar.
Asintió con la cabeza mientras mostraba a su hijo una sonrisa llena de satisfacción
Toño, había logrado disipar de su cabeza la duda y esto, a su madre, la llenaba de emoción.
Y colorín colorado este cuento ha terminado