domingo, 17 de junio de 2007

CUENTO 4: LAS PALOMAS TIENEN UN PLAN

PRESENTACIÓN

- Abuela, hoy me han contado un cuento que no comenzaba por eso.

- Pero, ¿te ha gustado el cuento, aunque no comenzara por eso?

- Sí que me ha gustado. Pero me siguen gustando los tuyos, porque comienzan por eso.

- Abuela, ¿sabes por qué el cuento que me han contado no comenzaba por eso?

- Porque los cuentos no siempre tienen que comenzar por eso.

- No, abuela.
No comenzaba por eso, porque no me lo han contado como tú me cuentas los cuentos.

- Pues ¿cómo te lo han contado?

- Me lo han contado leyendo.

- ¡Ah...!
Pues hoy, te contaré un cuento que comience dos veces por eso.


Érase una vez que se era, comenzó la abuela el cuento, un boticario, que vivía en un pueblo de Castilla.
Desde pequeño, le habían gustado los animales, pero su afición preferida eran las palomas.
En casa había construido un cobertizo donde podían anidar y revolotear encima del tejado.
Pero había pasado mucho tiempo y el espacio quedaba pequeño.
Eran ya muchas las palomas.
Durante muchos días estuvo buscando soluciones.
Pensó en aumentar el cobertizo.
No le parecía mal que anidaran en el tejado de su casa o regalar algunas de las parejas a sus amigos.
Todas eran posibles soluciones, pero solamente una no se le quitaba de la cabeza.
Construiré un palomar, pensó.
Era la ilusión de su vida.
Esa noche, dibujó el palomar que siempre había deseado y habló con
los albañiles.
Estos escucharon sus explicaciones y pronto se pusieron a trabajar.
El boticario visitaba todos los días las obras, opinaba sobre los materiales y daba pequeñas instrucciones sobre lo que iban haciendo.
Poco a poco fueron subiendo las paredes, se pusieron las últimas tejas y, en unos días, pudo verse, desde el pueblo, “el palomar del boticario”.
Sus paredes, de adobe, estaban pintadas de blanco y, su tejado, de color rojo, parecía, a lo lejos, una carpa de feria.
Pequeños huecos alrededor, eran la entrada y salida de las palomas y un alero de madera serviría de cobijo a los gorriones.
En el interior harían sus nidos, incubarían sus huevos y cada año, dos nuevas crías, volarían para formar parejas.

Era su ilusión y el sueño del boticario se había hecho realidad.

Al principio eran sólo un grupo pequeño de palomas pero fueron pasando los años y se fue llenando el palomar.

Cada mañana grandes bandadas volaban sobre los campos.
En verano, revoloteaban sobre las grandes cosechas, picoteando la espiga y, en otoño, escarbando la tierra, buscaban el grano sembrado en la sementera.

Muy cerca del palomar vivía el guarda de aquellas tierras.
Vigilaba que los pastores, con sus ovejas, respetaran los sembrados, que las personas, en verano, no cazaran atravesando las cosechas y, cuando le necesitaban, ayudaba a los labradores que se lo pedían.

Un día los labradores de aquellas tierras se reunieron.
Querían hablar del palomar.
Hacía mucho que venían observando que las bandadas de palomas perjudicaban sus campos.
- Tendremos que hablar con Jenaro, dijo uno de los labradores.
Él es un buen cazador y podrá dar solución a nuestro problema.


- ¿Hablar con un cazador?
Creo que habrá otras soluciones, intervino Lucio un poco asustado.


- Nadie ha hablado de matar.

- Creo que debemos hablar primero con el boticario, dijo el labrador más joven.
El palomar es de él.


- También podríamos hablar con el guarda.
Vive cerca del palomar y seguro que nos puede echar una mano.

El guarda escuchó a los labradores y esa noche pensó lo que podría hacer.
Por la mañana subió al desván, cogió ropa vieja, la rellenó de paja y formó tres espantapájaros
Al día siguiente madrugó y, antes que las palomas salieran en bandada, colocó los espantapájaros.

Oculto entre pequeños arbustos esperó el resultado. En el tejado, una paloma observó los movimientos y rápidamente avisó a sus compañeras.
- El guarda nos quiere engañar, les dijo.
Os aviso que no son hombres, son espantapájaros.

Las palomas salieron en bandada, revolotearon un poco encima de los muñecos de trapo y bajaron a comer los granos de trigo.


El guarda, asombrado de lo que veía, salió corriendo de su escondite, mientras las palomas levantaban el vuelo hacia el palomar.
- Estas palomas no tienen miedo de nada, pensó.
Mañana, pondré la red y cuando vean que pueden caer en ella, no picotearán las espigas.

Una nueva vigilante observó cómo estiraba la red sobre la tierra y avisó a sus compañeras.
Como siempre, las palomas, salieron en bandada pero ahora en dirección contraria.


El guarda abrió los ojos sin querer creer lo que veía.
- ¿Por qué no vienen a la tierra de todos los días?, se preguntaba.
Yo no puedo hacer nada, pensó desilusionado.
Hablaré con los labradores y ellos verán lo que hacen.

Por la noche, los labradores tuvieron una nueva reunión.
Todos estaban de acuerdo que no debían llamar a Jenaro el cazador. Pero también estaban de acuerdo que el guarda lo había intentado todo.

- Nos queda una solución, dijo el labrador más joven.
Hablaremos con el boticario. Le expondremos nuestro problema y seguro que nos dará una solución.

El boticario, como dueño del palomar, no quería hablar de cazadores pero comprendía que sus palomas eran un problema para aquellos pobres hombres.
- No os preocupéis, les dijo.
Todos los días, las llevaré un saquito de trigo para que puedan alimentarse y llenaré su pequeño estanque de agua.
En los agujeros de salida pondré una red y el problema estará solucionado.

Todos los labradores aplaudieron la decisión del boticario.

Al día siguiente, los albañiles, que habían construido el palomar, se encargaron de poner las redes en los huecos de salida y el boticario, en sus paseos de la tarde, echaba en los comederos del palomar los granos de trigo que llevaba en un saquito.

La tranquilidad había llegado a los labradores. Pero la intranquilidad había entrado en el palomar
- Así no podemos seguir, comentó la más joven de las palomas. Nuestro dueño nos alimenta, pero nosotras necesitamos aire

- A todas nos gusta beber en el agua corriente del arroyo.

- Nuestras alas necesitan movimiento, dijo otra de las palomas, y, así, nuestras crías no pueden aprender a volar.
La paloma más veterana revoloteó hasta lo alto de una de las vigas del palomar, mientras pedía silencio.
- Hay que hablar de una en una, dijo.

- Yo tengo un plan, comentó la más lista de las palomas.

Todas miraron, sorprendidas, hacia uno de los rincones del palomar.
“La intelectual”, como la llamaban todas, había hablado.

- Los labradores, dijo, han recogido casi toda la mies. Pero en sus tierras quedan muchas espigas y granos sueltos. Debemos trabajar como las hormigas.
Todos estaremos contentos y en invierno no nos preocupará ni el frío ni la nieve.

Esa noche salieron, en pequeños grupos, por el único hueco que no había tapado la red.
Tierra por tierra fueron cogiendo las espigas sueltas que habían quedado después de la siega y en vuelo rápido volvían al palomar.
En el interior las iban dejando hasta formar grandes montones.
Una de las tardes en la que el boticario aprovechaba su paseo para visitar el palomar llevó una gran sorpresa.
En las vigas más altas le esperaban las palomas silenciosas, observando la cara de satisfacción que ponía su dueño mientras miraba los montones de espigas.
El boticario quedó quieto en la puerta asombrado con lo que veía.
Miró hacia arriba del palomar y rápidamente se dio cuenta de lo que querían decirle con aquel silencio.

Lleno de alegría salió corriendo a decírselo a los labradores para que vieran lo que habían hecho las palomas.

Todos juntos volvieron al palomar para quitar la red.
Las palomas no volverían a picotear sus espigas ni escarbarían el grano sembrado en la sementera.


Al día siguiente amaneció alegre para todos.
Las palomas de nuevo salieron en bandadas a revolotear en el aire, a beber en el agua corriente y a recoger los granos sueltos que habían quedado después de la siega.
Los labradores dejaron de sentir el miedo de todos los años y el boticario volvió a sentirse orgulloso de su palomar.

Y colorín colorado este cuento ha terminado.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jose Luis, que me ha dicho un pajarito que alguna madre lee tus cuentos para contarselos a sus hijos pequeños.
Ya se lo que piensar. Que no te importa. te conozco.

El de las palomas me gusta también mucho.

Anónimo dijo...

Joseluis espero que te gustara la poesia yo estoy leyendo el libro y me acuerdo de ti

Anónimo dijo...

Hola Jose Luis el cuento de las palomas es muy bonito me gusta mucho y me acuerdo de ti.

Anónimo dijo...

He vuelto de vacaciones y veo que seguimos en el cuento 4.
Claro que tú también tienes vacaciones.
¿Continuarás y podremos leer el 5?

Anónimo dijo...

He leido todos los cuentos aunque hoy escribo un comentario.
Me han gustado mucho a mi y a mi hijo.
Te conozco del colegio y me gusta mucho tu labor con los niños.
Sigue escribiendo más si puede ser.
Muchos te lo agradecen.